Las diosas del placer

Las diosas del placer

Placer y placenta tienen la misma raíz.

Tal vez porque es indispensable que conectemos con nuestro territorio –la placenta fue el primer territorio que nos nutrió, para que el placer eche raíces. Están entrelazados.

En nuestros cuerpos habitan memorias de dolor y violencias contra los territorios. Como estrategia de supervivencia nuestros cuerpos se han erosionado, endurecido, cerrado. La rigidez es una máscara para ocultar el dolor. El “Patriarcado” nos ha permitido nombrar esas historias que se repiten una y otra vez en las que la integridad de la Tierra, las mujeres, los cuerpos y, por tanto, la vida misma, se corrompen.

El placer está íntimamente relacionado con lo femenino, con nuestro cuerpo, sus sentidos, su capacidad de sentir. Muchos cuerpos de mujeres resguardan en sus matrices memorias de dolor y devastación. El costo de ocultar esas memorias implica una tergiversación absoluta de nuestros territorios, nuestra soberanía, nuestro gozo terrenal.

Nombramos para comprender.

Hoy es el día mundial del orgasmo femenino para recordar que nacimos para el placer, que nuestros cuerpos son sagrados y una fuente de creación y júbilo.

Necesitamos recordarlo porque las historias de abuso y violencia han anulado el placer en muchísimos cuerpos, porque los mandatos religiosos y sociales han proscrito el placer femenino. Solo así podremos empezar a establecer un vínculo profundo con nuestro cuerpo territorio y descubrir cómo cultivar nuestro placer.

El poder femenino se representa a través de arquetipos que son transversales a la historia de la humanidad, arquetipos que todos llevamos dentro y que nos hablan de nuestros anhelos, deseos, intenciones, metas y los caminos trazados para esta vida.

Venus y Lilith son dos diosas ancestrales, arquetipos femeninos relacionados con la autonomía y el placer.

Hoy es la segunda conjunción de Lilith y Venus, en el grado 23 de Leo. Estamos en uno de los ciclos que se da cada 18 años —3 conjunciones de Lilith con Venus retrograda— los grandes ciclos femeninos.

Lilith fue la primera esposa de Adán y tenían una relación intensa y conflictiva. Adán quería dominarla y Lilith se negaba a someterse. Adán se quejó ante Dios, quien desmaterializó a Lilith y creó a Eva a partir de una costilla de Adán. Otras versiones dicen que fue Lilith la que protestó ante Dios y se exilió a la región del aire.

“Lilith es intimidatoria, utiliza nuestros sentimientos y emociones para tomar vida. Nos fagocita. Su presencia es invisible pero contundente. Nuestras motivaciones inconscientes giran en torno a ella. Representa lo inconfesable, nuestros secretos más recónditos… y al mismo tiempo señala una vía de transformación cuyo punto de partida es una emoción innombrable y secreta, tan secreta que nos domina.

La Lilith que subyace en toda mujer representa el lado mas salvaje de su feminidad. No se refiere únicamente a una determinada vivencia de la sexualidad, sino a una capacidad para transferir su fuerza creativa a través de actos discretos, sencillos y elementales. Lilith representa los poderes femeninos que, de tan naturales, parecen paranormales. Las capacidades telepáticas, visionarias, inspiradoras … están relacionadas con Lilith”.

Venus es la diosa de la seducción y del enamoramiento, del deseo, de la sensualidad y del erotismo. Venus representa el gozo, el placer y el amor pasional. Es conexión suprema con el cuerpo.

Lilith es una Venus vampira, la mujer irresistible que “decide cómo y con quién estar” y representa el amor intempestivo, efímero y desafiante, “cuya función es destapar apetitos largamente solapados”.

Lilith y Venus confluyen en el orgasmo femenino, en esa energía creadora capaz de traer un ser consciente a la de vida. Las diosas del placer hoy nos invitan a que reconfiguremos las nociones de lo femenino, la abundancia, lo liminal, lo oculto, lo inconsciente y la rendición al poder que somos.

Bienvenida Lilith con su fuerza transgresora, visceral y salvaje. Que nos ayude a romper las cadenas de lo reprimido, que nos muestre a través de su magia el poder de la transformación que anida en las pulsaciones más recónditas del alma, esas que insistimos en negar pero que contienen nuestra esencia y autentica verdad.

Que nos ayude a transitar las sendas del placer y nuestras fantasías, que nos revele el magnetismo que se oculta en las profundidades de la sombra y la magia de la fuerza creadora.

Las citas son del libro «Lilith: el enfado interior» de Jesús Gabriel Gutiérrez.

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