La vida es orgánica

La vida es

orgánica

Nuestro planeta es parte de un sistema mayor que conforman el Sol, otros ocho planetas y sus satélites. Los movimientos que ejercen tienen potentes influencias en los procesos que sostienen la vida orgánica. Estas se manifiestan por medio de las energías de los cuatro elementos –agua, tierra, fuego y aire– y la temperatura y humedad de los mismos.

Los diferentes niveles del universo están en constante diálogo, la huerta es uno de los escenarios en los que sucede y en los que se encuentran.

El tránsito por las constelaciones y los ciclos de la Luna y el Sol son testimonios del paso del tiempo circular. Los vegetales y las hierbas que salen de nuestra tierra buscan alimentar cuerpo y alma. Son cuidados entre el ritmo celeste y las palpitaciones de la tierra. Nuestros cultivos son siembras de soberanía, de autonomía, de amor por la tierra y la vida.

Son un recordatorio de que los ciclos de la tierra y quienes la habitamos estamos unidos por un micelio que no vemos, pero que nos atraviesa la existencia. Nuestros cultivos buscan nutrir y fortalecer esos tejidos y recordarnos que venimos de la tierra y que en ella está todo lo que necesitamos. El suelo tiene una sabiduría innata que proviene de la red creada por los microorganismos y seres que componen su sinfonía. Entre ellos hay una comunicación que alimenta la vida sobre la tierra.

Las interacciones entre la materia orgánica, las plantas y los descomponedores, permiten a los ecosistemas autosostenerse. Nuestra huerta es un ecosistema creado por nosotras en el que distintas plantas, polinizadores, descomponedores e información de las tierras en las que habita, retroalimentan un sistema del que obtenemos alimento y medicinas para nosotras y quienes nos rodean.

Cultivamos orgánico porque queremos proteger el suelo que nos sustenta. Si un suelo tiene la diversidad suficiente, puede llevar a cabo los procesos para acceder a los nutrientes y elementos necesarios para crear infinitas formas de vida. Cultivar orgánico es resguardar la alquimia de la naturaleza, es disponer de las condiciones para que se manifieste la poesía de la vida, es dejar cantar los versos del entorno que nos rodea.

La categoría <<orgánico>> surge de la necesidad de diferenciar una agricultura natural —que favorece la diversidad—, de unas prácticas agrícolas en las que el abono y “cuidado” de los cultivos se hace con sustancias sintéticas —que envenenan la diversidad de los suelos y ecosistemas—.

Estos efectos a nivel ecosistema suceden a nivel organismo. Si nuestro estómago alberga suficiente diversidad de microorganismos, manteniendo el equilibrio de la microbiota, se activan los múltiples sistemas que cumplen con las actividades metabólicas. Si se empobrece el suelo, dándole prelación a un tipo especial de microorganismos y aniquilando los otros se desequilibra la microbiota intestinal, perjudicando las actividades sistémicas que regulan el cuerpo, alterando sus capacidades y funciones.

La alimentación orgánica y las experiencias en la naturaleza que nos llevan a respirar aires más puros que los urbanos, alientan la diversidad del cuerpo. Entre más biodiverso sea nuestro ecosistema interno, más saludables estaremos. La salud es directamente proporcional a la riqueza de las interacciones que tejen nuestros territorios.

Si consumimos alimentos naturales y nutritivos le estamos brindando al cuerpo la materia para generar vitalidad y armonía. Lo que elegimos para alimentar la carne y el espíritu nos da la fuerza para orquestar las revoluciones que queremos ver en nuestro camino y en este mundo.

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